El sazón de esta Sele.
Todavía no me creo el partido de ayer vs. Uruguay. Un partido terriblemente complicado que se jugó con valentía y compromiso. Pero me es inevitable pensar en la historia futbolística de Colombia que me ha mostrado que antes habríamos sucumbido a la presión charrúa, lo que nos habría dejado en la puerta de la final de nuevo. Por lo que me despierto hoy con la pregunta de qué es diferente ahora? ¿Qué hace que este equipo nos transmita y evidencie en cada partido una seguridad de que podemos llegar al partido decisivo y a que sea un pensamiento real (no utópico, ni un lejano quizás) campeonar? Y bueno solo queda especular de las posibles razones para esto. Porque aunque uno siga a La Sele religiosamente con todos sus movimientos, notas, partidos, etc., eso es solo una pizca de lo que se vive dentro del grupo.
La primordial diferencia que yo veo (de la cual José Néstor nos dio un abrebocas y aprovechamos para darle las gracias) es la capacidad de Lorenzo de unificar un sistema al rededor de una identidad. Y por sistema no me refiero al planteamiento en la cancha, sino más bien a todos los actores que hay dentro del equipo: jugadores, cuerpo técnico, directivas (de esta no estoy tan convencido todavía), asistentes, etc. Ahora cuál es esa identidad verdaderamente, solo ellos lo sabrán. Pero es una lo suficientemente fuerte para que cada quien que es parte de lo que ahora compone el sistema de la selección Colombia la sienta de una forma muy personal y cercana. Es tan fuerte que uno como espectador se siente parte e invierte mucho de sí al verlos jugar (si no me cree, recuerde la cara y la sufridera suya y de las personas que estaban a su lado ayer). La consecuencia de esta identidad es que cada jugador no solo viene a este equipo a cumplir su rol en el partido, sino que el ser parte de este grupo les resuena en quiénes son como persona. Traen a este grupo no solo sus habilidades técnico-tácticas sino que traen sus valores, sus sueños, sus fortalezas como personas y las ponen todos al servicio del sistema, al servicio de los demás.
De este núcleo identitario es de donde sale la segunda diferencia. El SER parte y el SENITIRSE parte de este proyecto más allá de su faceta futbolista, genera un espacio para que los jugadores asuman más riesgos (individuales y en conjunto). Pero la unión que ha logrado Lorenzo es tan fuerte que no son riesgos desbocados y desfundados, son riesgos arropados dentro de un grupo que está ahí para combatir junto y levantar a aquel que erra. Hay que intentar y dejar que te vea el mundo para poder después fallar y esta selección no se cansa de intentar. Y si, podemos criticar a Uribe o Borré por las chances desperdiciadas, o a Muñoz por su calentura. Pero vea siempre la respuesta del sistema frente a eso, los arropa el técnico, los arropa James como capitán, salen videos de todos los jugadores levantando a Muñoz. Para mi eso demuestra que aquí en este grupo hay espacio para inventar (algo que extraña el fútbol) y que vamos a arriesgar, y lo vamos a hacer juntos. Y más importante (probablemente) es que hay espacio para errar y crecer (como futbolistas y personas) porque la unión del grupo está ahí para todos. Ahora bien, igual no erramos de más (o sino estaríamos afuera) y esto se devuelve a la identidad, porque como me siento identificado con el grupo, soy responsable también de lo que pase ahí; sé que no estoy solo y por ende tengo una responsabilidad (como jugador) con este espacio del que me siento parte valiosa y con el que quiero seguir creciendo.
La identidad y la toma de riesgos demuestran (para mi) un alto sentido de confianza dentro del plantel. Pero esta no (solo) es una confianza dentro de la cancha de poder mostrar esa identidad y tomar esos riesgos. Me refiero a algo más interpersonal, en donde existe la confianza para ser vulnerable porque la identidad invita a la persona entera (no solo al deportista). Dicha vulnerabilidad es correspondida con compasión que le da un envión a convertir esos retos y decisiones adversas en oportunidades de aprendizaje conjuntas. La invitación a la vulnerabilidad que parece tener esta selección a puerta cerrada es una herramienta muy poderosa porque también crea el espacio para conversaciones difíciles en las que prima como guía la identidad grupal y que puede dar indicios del por qué esta selección ha crecido y madurado tanto y tan junta desde la llegada de Lorenzo
Y entonces qué? ¿Qué implica todo esto? Pues a corto plazo que tenemos un equipo psicológicamente sazonado y unido para afrontar el reto el Domingo. Los jugadores saben que son parte (importante) del sistema (como deportistas y como humanos) y como se siente tan cercano a ellos no me queda espacio para cualquier duda que se van a desvivir por esa camiseta contra Argentina. Jugada a jugada. Ya el resultado estará para otro epílogo. A largo plazo puede significar una hoja de ruta para el fortalecimiento de todos los seleccionados nacionales (necesarios después de la corta participación de la sub-20). Este proceso puede marcar un inicio para la instauración de procesos basados a partir de la creación de identidad y la cultivación de la toma de riesgos. Para que suceda, la victoria el domingo serviría como un catalizador más intenso; pero igual puede hacerse con lo que hemos visto ahorita. Todo esto a la espera de lo que puedan analizar y rescatar las directivas de cómo una apuesta hacia los procesos muestra frutos más consolidados y poderosos.
Aprovecho este final para agradecer y reconocer el proceso que ha llevado acabo Marcelo Roffé como psicólogo del seleccionado nacional. Muchas gracias por el trabajo y la intencionalidad durante el proceso tras bambalinas. Por lo demás, el domingo me permito soñar.
- Nicolás Correa Trujillo
MA, Sport and Performance Psychology.